Por Chaski Clandestinx
Varios analistas han coincidido en señalar la enorme distancia y las evidentes contradicciones existentes entre el discurso expresado por el gobierno en la II Conferencia de los Pueblos sobre el Cambio Climático, (Tiquipaya, 10, 11 y 12 de octubre de 2015), y la práctica de éste evidenciada en una serie de políticas atentatorias contra el medio ambiente.[1]
Quedan al descubierto la refuncionalización y la utilización oportunistas de ideas como las del “Vivir Bien”, que son meros enunciados retóricos cuando lo que en verdad impulsa el discurso y las políticas gubernamentales es el más conservador y clásico desarrollismo, al que ni de palabra ni de hecho ha renunciado. En la “Declaración de la conferencia mundial de los pueblos sobre el cambio climático y defensa de la vida (Tiquipaya Bolivia)”, que hace de manifiesto de la Conferencia de los Pueblos sobre el Cambio Climático –que aquí se conoció como la “cumbre del gobierno” boliviano–, se sigue mencionando al desarrollo como objetivo central, bajo una de las muchas máscaras –“desarrollo integral”, “sostenible”, “humano”, etc.– que sus usufructuadores le han construido:
Fortalecer la soberanía de los pueblos en el marco de su libre autodeterminación, la autonomía y el autogobierno, sobre los recursos naturales como la principal condición para la liberación de la dominación colonial y garantizar el uso sostenible de los mismos para su desarrollo integral[2]
Lo cierto es que si el “desarrollo integral” se impone como meta, el mismo tendrá más bien que enfrentarse a la autodeterminación, autonomía y autogobierno de los pueblos indígenas y tratar de desintegrarlos, y así ejercer tutela y gestión sobre el bien que más codicia, los recursos y riquezas de esos territorios, cosa que ya quedó bastante clara en los casos del TIPNIS, Mallku Qota o Takovo Mora, en los que ya supimos lo que vale para el gobierno la “autodeterminación, la autonomía y el autogobierno” de los pueblos, que es el equivalente a nada.